HISTORIA Y ENIGMA: EL ROL DE
GORVACHOV


Por Rolando Arturo Leiva
28 de Enero de 1992


Si se puede llamar a algo Ciencia Histórica o si los asuntos humanos pueden ser
tratados en realidad como Ciencia, entonces habría ciertamente un misterio a un
nivel no develado aún. Ciertamente no develado. Hablamos con esto del dramático
fin de aquella que fuera la “invencible” y todopoderosa Unión Soviética con su líder
máximo: Gorvachov.
Gorvachov, persona aún en la plenitud de sus capacidades, tendrá mucho que
informarnos en el futuro sobre la forma íntima como evolucionó su pensamiento
mientras era el Jefe del Estado Soviético. Pero en su discurso de renuncia al cargo
hay párrafos que muestran algo del enigma, -si cabe denominarlo así-, es decir, de
la relación que existe entre la persona individual y la Historia y cómo interactúan
ambos. Y así poder respender la pregunta final: ¿quién hace verdaderamente la
Historia ?.
En ese mundo que posteriormente se llamaría “soviético“, -herencia de la autocracia
más absoluta del mundo- los enigmas, claro, no faltaban. Vladimir Ilych Ulianov
(Lenin) fue precisamente un enigma. Lo enigmático de su labor estaba precisamente
en saber conjugar “necesidades“ con “posibilidades“. Lenin nunca expresó en uno
sólo de sus escritos la posibilidad de que tuviera en mente construir una sociedad
como sería la soviética. Su probablemente escrito capital, El Estado y la Revolución,
fue publicado apenas meses antes de la captura final del poder por la minoría
armada bolchevique, es decir, este trabajo, que creaba la teoría para apoderarse del
poder, fue escrito sólo cuando esas ideas estaban a punto de ser realizadas. Una
obra semejante, cuando el partido bolchevique carecía de esa posibilidad, hubiera
sido impensable en Lenin. Y muchos atribuyen su genio a ello, -y sin ir más lejos,
hasta los nazis alemanes alguna vez lo reconocieron.
Dugasvili, más conocido como Stalin, el sucesor de Lenin, tampoco escapa al
calificativo de enigma político viviente. Dugasvili, un georgiano, era sólo el Secretario
General del Partido Comunista de entonces, es decir, una figura más administrativa
que política, ni sobresaliente, y brillante menos. Pocas veces sostuvo en público
alguna posición en particular. Pero con posterioridad a la muerte de Lenin, cuando el
futuro de la jefatura bolchevique era aún incierto, Stalin, sin declararse todavía
enemigo de nadie, empezó a hacer funcionar el Partido como “máquina”, logra que
para los Congresos que anualmente se celebraban, empezaran a ser nombrados
delegados, no digamos adictos a él -pues no había en realidad a nada a que ser
adicto aún-, sino sólo nombrados gracias a él. Toda esa gente empezó sin embargo
a votar en bloque en las deliberaciones del Congreso formando lo que se dio en
llamar la “máquina stalinista”. Así Stalin logró, entre otras cosas, primero, la
prohibición de que dentro del Partido Comunista se formaran tendencias de opinión,
yendo, Congreso a Congreso, suprimiendo a un grupo rival tras otro y después,
aniquilándolos físicamente y al final acabó con todos, hasta con los que votaban.
por él. Uno sólo le quedaba, su mayor enemigo, por lo brillante y por su prestigio,
Trotzky, hasta que su garra logró cazarlo finalmente en México. Pero Stalin hubiera
estado condenado al más unánime de los repudios si desde el comienzo, y desde
las limitadas posibilidades que le ofrecía el cargo de Secretario General, hubiera
confesado sus aspiraciones. De modo que, sobre enigmas, había mucho que
aprender en el Estado Soviético, y en el anterior Estado Zarista, de donde
seguramente procede la tradición de la Política como misterio.
La resignación a su cargo que hizo Gorvachov, y algunos párrafos de su discurso,
muestran también que éste, esencialmente, se propuso ya acabar con el sistema y
hasta con el Estado soviético, al momento mismo de tomar el mando, 7 años atrás,
lo que para una persona individual equivalía a esos momentos a algo así como tratar
de arrastrar la Luna hacia la Tierra mediante un lazo. “El destino, -explica en este
discurso Gorvachov- había conducido las cosas de tal manera que cuando me
encontré a la cabeza de este Estado, ya se había vuelto claro para mí que algo
andaba mal en este país“. La razón era obvia, -agrega más adelante-, “el país
estaba asfixiado por el dominio que ejercía una burocracia, oscurecido por una
ideología, y llevando encima el peso oneroso de una carrera de armamentos“. Estas
palabras son, por tanto, ya una lección para la Política de nuestros tiempos: es
posible ser contrario a una ideología, sólo evitando mostrar signo público alguno que
la contradiga, basta con que las fórmulas correctas sean repetidas con el máximo de
uniformidad.
A modo de anécdota. Una noticia aparecida una vez en el cotidiano francé LE
MONDE, mostraba hasta qué punto Gorvachov manejaba tal técnica.
Se trataba de la segunda visita del Jefe de Estado Soviético a los Estados Unidos.
Los protocolos ya estaban confeccionados. El tiempo para realizar las actividads
previstas escaseaba. No había minuto que perder. Descendiendo por una escalera
del Congreso, la prensa internacional logró “encerrar“ finalmente a Gorvachov para
sacarle unas palabras. Los norteamericanos, que guian su visita, le hacen signos
para que ojalá limite sus respuesta a cinco minutos: Gorvachov habló una hora
entera. ¿Qué dice ?. Nada, nada en particular informaba LE MONDE. Era sólo un
darse vuelta frase tras frase, interminables, una hilando a la otra, un juego de hablar
por hablar pero sin decir nada.
Pero ahora sabemos que una cosa muy distinta pasaba por la cabeza del entonces
líder soviético. “Nunca tuve -confiesa en otra parte de su declaración-, culpa alguna
por no haber usado entonces las capacidades que otorgaba el puesto de Secretario
General y así haber reinado en este país por varios años. Yo habría considerado esa
decisión irresponsable e inmoral“.
De seguro, también al haber emitido esa opinión en aquel momento, los días del
Secretario General habrían terminado de inmediato. Y sólo ahora lo declara
haciendo un balance: en realidad, “un esfuerzo de histórica importancia ha sido
realizado: el sistema totalitario ha sido eliminado“. Es cierto. La Ciencia Política
actual parece embargada en abstracciones y no tiene tiempo para preocuparse de
los enigmas. Y el enigma de Gorvachov es en el fondo el enigma del camuflaje. El
sistema se encuentra inmunizado frente a todo, más aún, el que se le combatiera,
lo hacía más fuerte. Inmunizado frente a todos, menos ….., frente a uno de los
suyos, y todavía menos, frente al Jefe, precisamente el Jefe. Gorvachov, dentro de
los misterios que reinaran siempre en esas tierras inmensas, donde la estepa
avanza y avanza sin cesar, va a tener, al menos, que ser considerado como un
Lenin o un Stalin al revés. El será el enigma antisoviético, o bien, cómo un sistema
político pudo ser destruído por su propio Jefe.-


Arturo Leiva O.
Desde Europa


(Publicado en El DIARIO -(Finanzas.Economía.Comercio)- de Santiago
de Chile, el 19 de Enero de 1992, y el 14 de Febrero de 1992)