LA CAÍDA DE BERLUSCONI Y LA AGONÍA DE
LA LEGA NORD EN ITALIA
(PARTE I)


Por Rolando Arturo Leiva
22 de Mayo de 1995


A pesar de las más siniestras predicciones que la daban ya prácticamente por
desaparecida, -emitadas especialmente por quién se sintiera traicionado hasta el
alma por ella, Berlusconi-, la Lega Nord parece resuelta a no querer desaparecer de
la escena política. Así al menos se desprende de unas elecciones comunales
italianas, -realizadas el 23 de abril de este año (1995) y cuya segunda vuelta tuvo
lugar el 7 de mayo pasado-, donde la Liga aparece rasguñando un porcentaje de un
7% nacional, lo que es índice casi de una recuperación prácticamente completa.
Detrás de de tan notable resultado se va a esconder sin embargo, la historia
verdaderamente tortuosa que hubo de seguir la Lega Nord desde el momento de su
rompimiento con Berlusconi.
En efecto, todo comienza cuando Umberto Bossi, el Secretario Federal de la Lega
Nord, precipita, en los últimos días de 1994, la crisis de gobierno que cuesta la caída
de Berlusconi, gobierno al cual pertenecía por añadidura la Lega. Berlusconi va a
acusar muy fuertemente el golpe. Denuncia por todos los medios a su alcance la
traición que le han cometido, para enseguida acusar a la Lega de “ribaltone“. Por
“ribaltone“, -una bien sonora palabra italiana-, se designa al hecho de “cambiarse de
bando“ aquel que “se da vuelta la chaqueta“ para abrazar el partido contrario. Las
iras de Berlusconi en aquellos momentos aparecen verdaderamente justificadas.
Bossi ha logrado derribar del poder a un hombre capaz de colocar a su partido -
Forza Italia-, en el puesto de primer partido político italiano apenas dos meses
depués de haber entrado en campaña electoral. Al hombre capaz, además, de
originar la coalición de gobierno más mayoritaria existente en Italia después del
término de la Segunda Guerra Mundial. La rabia, el rencor y la ira se apoderan pues
de Berlusconi, cuando observa a ese enano que ha hecho caer al gigante: Bossi.
Pero, desde el punto de vista de este último, -una vez que los ecos de su memorable
enfrentamiento con Berlusconi terminan- la situación interna que presenta su
movimiento, como consecuencias de una ruptura tan espectacular con quién fuera
su poderoso aliado, es la de una verdadera catástrofe. La Lega ha quedado
conmovida hasta sus mismas raíces. El mismo día 21 de diciembre de 1994 en la
tarde, -la víspera de la renuncia de Berlusconi-, ya se van de la Lega y se pasan al
Centro Cristiano Democrático, dos parlamentarios legistas: los senadores Gilberto
Cormenga y Anna María Siliquini. Pero ellos serán solamente los que iniciarán una
serie. Cinco ministros que mantiene la Lega en esos momentos en el gobierno de
Berlusconi, -Comiti, Gnutti, Pagliani, Sperone y el Ministro del Interior Roberto
Maroni-, sorprendidos por el viraje súbito de su movimiento, están ya como
dimisionarios, aunque el Ministro Maroni especialmente, parece sufrir con volverle la
cara tan bruscamente, a su aliado y amigo, el jefe del Gobierno, Silvio Berlusconi.
Maroni desde ese momento va a tomar una línea que prograsivamente lo irá
poniendo en conflicto con el Secretario Federal. A medida que corren los días,
aquellos difíciles días, la Lega comienza de manera progresiva también a acusar el
impacto del nuevo orden de cosas que ella misma ha provocado.
LA REPPUBLICA comunica por eso cual es la impresión general: “Si se alargara
demasiado el tiempo de la decisión para nombrar a un Presidente del Consejo, se
arriesga en dejar a Bossi a la interperie, exponerlo a las insidias de la lucha interna,
a la interperie de las encuestas y al acercamiento con Forza Italia …..“.A su vez este
último, trata de maniobrar como puede para encarar la incontible disidencia interna.
El 28 de diciembre de 1994, logra que 51 senadores sobre 56, respalden su línea.
Pero si no se nombra un gobierno rápidamente, en sustitución del de Berlusconi, la
Lega no llegará entera para apoyar un nuevo gobierno, vista la forma como se la
presiona y los vínculos profundos que había establecido al interior del gobierno de
Berlusconi.
La disidencia legista va a erigir en aquellos momentos a un principal representante
en la persona del Vicepresidente del Senado, senador Marcello Staglieno. Este
escribe una carta a sus correligionarios parlamentarios realizando una verdadera
invitación a desobedecer la voz oficial de la Liga. “Pensemos queridos colegas,
-ruega en su carta- de cuánta buena gente estamos perdiendo la confianza, después
de haber entrado a esta aventura a causa de Bossi“. Otra figura importante que se
alza en oposición a la línea oficial, es la del diputado Gualberto Niccolini, secundado
por la senadora de la Lega por Turín, Giovanna Bricarello. “Hemos explicado
tranquilamente nuestra posición a Bossi, -dice esta última después de sostener una
entrevista con éste-. El ha escuchado sin agredir verbalmente como acostumbra a
hacer. Pero confirmo de todas maneras que un gobierno sin Forza Italia no será
votado por mí. Esto quiere decir que ya no tiene miedo a desobeder las directivas del
Jefe. También el Subsecretario de Gobierno en ese instante, Mauro Polli, va a
levantar bandera de disidente. Menciona públiamente una corriente disidente al
interior de la Lega y señala al Ministro del Interior, Roberto “Bobo“ Maroni como su
jefe. Todos, -dice-, no han decidido sin embargo abandonar para siempre la Lega.
Como es lógico, ante tal desarrollo, Berlusconi no puede sino mostrar su jolgorio.
Aquel es el precio, a su juicio, que está pagando la Lega por haberle vuelto la
espalda. “Yo estoy de acuerdo que la Lega cambie de Secretario Federal en su
próximo Congreso de febrero, -dice con palabras heladas-. Digámoslo claro. Bossi
tiene un 1,3% de apoyo en la Lega y su consenso se está desmoronando“.
Al día 30 de diciembre de 1994, todos están preocupados sólo por cuándo va a
hacer su anuncio de que abandona la Lega Roberto Maroni. Berlusconi está
perfectamente al tanto de cómo evolucionan los hechos y pide audiencia a Scalfaro -
-el Presidente de la República-, para hacerle ver que un número probable de 30, 40
y quizás más legistas, ya votarán en contra de cualquier gobierno que se pretenda
hacer sin Forza Italia. Y los hechos parecen seguirle dando la razón: el mismo día
de la entrevista, otro legista, el diputado Alberto Michelini, dice para siempre adiós a
la Lega y no va a hacer ningún misterio del nuevo partido donde se quiere inscribir:
Forza Italia desde luego. No demorará tampoco en hacérselo saber de inmediato a
Scalfaro.
Y también muy pronto, los conflictos entre legistas leales y disidentes se deslizan ya
a las vías de hecho. Al 31 de diciembre de 1994, además, el ambiente político se
encuentra tremendamente caldeado. Scalfaro y Berlusconi ya están al borde de un
rompimiento público sin precedentes en toda la institucionalidad moderna italiana.
Graves desaveniencias surgen sobre bajo qué condiciones se debe nombrar al
nuevo gobierno. Berlusconi hace caso omiso, parece, de la acusación de que
presiona abiertamente al Jefe de Estado. Y declara sin ningún escrúpulo que el
Parlamento de esos momentos está deslegitimizado y debe llamarse a elecciones.
No se le escapa que sólo el Presidente de la República podría, por la Constitución,
efectuar esa consideración, disolviendo el Congreso para llamar a elecciones. En la
Lega, tales desacuerdos tan graves, se hacen muchísimo más extremos. A tal punto
que el Vicepresidente del Senado, Marcello Staglione, denuncia ante la
Procuraduría, -el 30 de diciembre de 1994- a sus correligionarios, los senadores
Erminio Boso, Massim Dolaza e incluso al alcalde de Milán, Marco Formentini, por
amenazas de muerte en su contra. El 2 de enero de este año, 1995, acusa al alcalde
de Milán mediante una querella criminal. La senadora María Grazia Siliquini,
denuncia a su vez a sus ex-compañeros, y habla de hechos criminales cometidos
por aquellos. En la Sección de la Lega de la ciudad de Verano, por último, se
produce un ataque incendiario, donde la Sección ve actuando a enemigos al interior
de la Lega.-


Arturo Leiva O.
Desde Europa