CONMOCIÓN EN BÉLGICA POR CASO DE
ABUSO Y HOMICIDIO DE MENORES


Por Rolando Arturo Leiva
30 de Agosto de 1996


Bruselas-Marchinelle (Bélgica). El abuso de menores de ambos sexos se está
transformando en una verdadera plaga mundial. En nuevo caso que ahora
estremece a Bélgica parece confirmarlo. Las cosas han llegado a que sea incluso la
Unicef -Organización de las Naciones Unidas para la Infancia-, la que deba intervenir
para señalar que actualmente, un porcentaje cercano al millón de niños en todo el
mundo, -muchos de ellos de edades inferiores a cinco años-, experimenta todo tipo
de abusos sexuales o viva formas de prostitución tales, que muchas veces implican
un daño físico del menor. Esto será incluso objeto de una Conferencia internacional
a celebrarse en Estocolmo, Suecia, la semana próxima. En relación a América
Latina por ejemplo, no hace mucho el periódico norteamericano INTERNATIONAL
HERALD TRIBUNE, informaba del descubrimiento de una banda de traficantes de
videos con pornografía infantil masculina, detenidos en los EEUU, cuya base de
operaciones se encontraba en Acapulco, México. Su número superaba las 50
personas. Ahora, lo que Bélgica está viviendo, no es más que la secuencia
acostumbrada de horrores que sale a luz siempre cuando algunos de estos hechos
es descubierto.
Todo comenzó con la prisión de Marc Dutroux la semana pasada, un individuo alto,
fuerte, de 39 años, detenido al principio por azar pero con antecedentes penales
como violador de menores. Dutroux comenzó poco a poco a ilustrar después con
detalles macabros lo que hasta antes era considerado una desaparición inexplicable
de varias muchachas adolescentes.
Toda la prensa europea dedica un amplio espacio al caso calificándolo como un
nuevo episodio de pedofilia criminal. Los hechos descubiertos permiten así
reconstruir hasta ahora que Marc Dutroux, junto a su propia cónyuge, más otra otra
pareja a la que él pagaba para “cazar“ adolescentes femeninas en las calles, y una
quinta persona no identificada aún, formaban una banda para explotar la violencia
sexual, -quizás con ramificaciones internacionales-, practicando el secuestro y abuso
de niñas menores, no estando claramente establecido aún si con propósitos
comerciales o no, o simplemente criminales. El hecho que Dutroux sea un
desempleado que recibe ayuda social pero al mismo tiempo aparezca poseyendo
nueve viviendas a todo lo largo de Bélgica, -todas las cuales revisa palmo a palmo la
policía en estos instantes- permite suponer que alguna implicancia comercial ha
debido tener el accionar de la banda.
Los acontecimientos comenzaron a quedar claros a mediados de la semana pasada
cuando la policía, indagando por azar la desaparición de dos menores, Laetilia
Deltez, de 14 años, y Sabine Durnere de 12, obtuvo, a través de un policía ordinario
que realizaba un trabajo de rutina preguntando casa por casa el número de una
patente de automóvil-, el que una persona lograra recordar la patente del vehículo
donde se cometió el secuestro. Ese número, condujo a la Policía finalmente a
Dutroux, logrando liberar a las dos jóvenes. Pero, presionando adicionalmente al
detenido, la Policía llegó finalmente a esclarecer las desapariciones de Julie
Leguene y Melisa Russo, dos niñas de 8 años. Ambas habían desaparecido el año
pasado. Dutroux las había secuestrado y las mantenía en una prisión de cemento
que había construído especialmente al interior de su casa. Pero en esos momentos,
en diciembre de 1995, Dutroux fue detenido y enviado a prisión durante 3 meses
por un delito menor de robo. Al mismo tiempo, un cómplice suyo, y al cual él pagaba
para que llevara alimentación a las dos niñas secuestradas, también cayó detenido
por un período corto de dos semanas, y después ya no cumplió con llevarles más
alimentación. De esta manera, las dos niñas, encerradas, secuestradas y totalmente
aisladas, sufrieron una muerte horrible, pereciendo de hambre. Los dos cuerpos de
Julie Leguene y Melissa Russo, reducidos a dos pequeñós esqueletos, han sido
descubiertos ahora por la Policía enterrados en al jardín de la casa de Dutroux. Este
además, al salir de prisión, asesinó también a ése dependiente que tenía para
alimentar a las niñas, pero que no lo hizo. De esta manera, la Policía ha
descubierto finalmente los cuerpos de tres personas, preguntándose el principio a
quién podia corresponder los restos de la tercera encontrada, si a una víctima o no.
Hoy día, el hecho provoca reacciones políticas en Bélgica y acusación contra el
Ministro de Justicia Melchoir Mathelet quién, contra la recomendación del Fiscal de
aquellos tiempos, consintió en la excarcelación de Dutroux que el año 1989 se
encntraba condenado a 13 años de prisión. Si hubiera completado la pena de
prisión, -dicen los críticos-, ciertamente estos hechos no se habrían producido. El
padre de Melisa Russo, una de las dos niñas que murió de hambre, ha colocado en
la puerta de su casa un cartel en que acusa al Ministro, diciendo: “Ahora el Ministro
Mathelet puede dormir tranquilo“.
Las denuncias de las familias fueron resumidas en una conferencia de prensa
realizada el fin de semana pasado, en la cual aparecieron vistiendo unas camisetas
que tenían estampadas las fotografías de las dos niñas secuestradas y muertas,
Melissa y Julie, junto a la leyenda que decía: “No olvidar“.
“La más atroz de las realidades ha emergido, -continúa después una carta que
hicieron pública los familiares-, pues nos fue comunicado el sábado, que Melisa y
Julie habían muerto de hambre después que el abominable autor de su secuestro
fue enviado a prisión por más de tres meses, de diiciembre de 1995 a marzo de
1996, ….. y nosotros ahora vivimos el calvario de nuestras dos hijas, -continúa la
carta- que por voluntad humana se encontraban en aislamiento total, y sufrieron
toda clase de sevicias,,,,, y es nuestro dolor pesado e intolerable -terminan diciendono
porque hayan muerto, sino que murieron en un horror permanente, causado por
la incapacidad de nuestra sociedad“.
Ahora queda solamente por verificar adónde conducirán las nuevas investigaciones
que realiza la Policía, pues al menos hay 7 muchachas más cuyo paradero se
desconoce.
Igualmente, se levantan voces en Bélgica solicitando la implantación de la pena de
muerte, pero puede preguntarse uno qué podría conducir ya en este caso, donde lo
pasado resulta irremediable.
Los hechos anteriores tienden lamentablemente a repetirse con demasiada
frecuencia en nuestras sociedades. Parece que cada una las fuera experimentando
por turnos. Sin embargo, esperamos que las nuevas indagaciones de la Policía
belga no arroje luz sobre cuestiones aún más increíbles y lo peor no haya sucedido
otra vez.-


Arturo Leiva O.
Desde Europa