Criminalidad en Mexico Actual
El misterio de las desapariciones en la frontera
mexico-norteamericana


SIMPLE CRIMINALIDAD, CARTEL DE LA
DROGA O CORRUPCIÓN OFICIAL SIGUEN
JUGANDO UN PAPEL


Por Rolando Arturo Leiva
8 julio 2000


La noticia pareció electrizar al principio a los residentes de ambos países. Frente a
las ciudades de Ciudad Juárez (Estado de Chihuahua - Mexico) y de El Paso
(Estado de New Mexico, EEUU), se viviría en efecto un instante de profunda
emoción, cuando el último día de noviembre del año pasado, 1999, el Asistente
Director del FBI, Thomas Pickard, anunciara en Washington el descubrimiento de
una fosa común en territorio mexicano fronterizo, conteniendo 200 cuerpos no
identificados aún. El hallazgo había tenido lugar en un rancho caballar abandonado,
a 16 kilómetros de Ciudad Juárez. Era un momento de profunda emoción, tanto para
las autoridades y los organismos, -sea mexicanos como norteamericanosempeñados
en la lucha contra la droga, pero principalmente traía emoción a los
familiares de los más de dos centenares de personas que desde hace cerca de 6
años han venido siendo declaradas como desaparecidas en este sector de la
frontera mexico-norteamericana. Contribuiría además a que el sobresalto por la
noticia se experimentara fuertemente a ambos lados de la frontera, el hecho de que
el Fiscal General de Mexico, Jorge Madrazo, anunciara conjuntamente que, entre los
cuerpos podían hallarse, asimismo, 22 ciudadanos norteamericanos que hasta la
fecha también figuraban como desaparecidos.
Pero tanta emoción y entusiasmo por la aparente solución a un enigma que había
causado el sufrimiento de muchos -como se había repetido a menudo- no tardarían
sin embargo en irse disipando de a poco muy pronto, para ir surgiendo en su
reemplazo una cadena ininterrumpida de contradicciones y desmentidos que
seguirían al anuncio oficial, proceso en el cual le cabría una participación hasta a la
Fiscal General de los EEUU, Janet Reno.
En primer lugar, el día en que fuera entregada la noticia en los términos
impactantes ya conocidos, el lunes 30 de noviembre de 1999, se anunciaba
conjuntamente la participación de “cientos” de efectivos del mismo Ejército
mexicano en la búsqueda de los cuerpos, acompañados esta vez por “decenas“ de
agentes del FBI, más 100 forenses norteamericanos que habían sido enviados a
identificar los restos humanos, siendo detenidas 8 personas en el curso de las
operaciones que habían conducido al descubrimiento. La verdad era, sin embargo
que, 4 días después, el 2 de diciembre de 1999, los cuerpos encontrados -se
anunciaba ahora- eran solamente 2, ninguno de ellos había sido identificado hasta
ese momento, y las perspectivas de encontrar más cuerpos habían en verdad
desaparecido.
Desde el momento que se anunciara el hallazgo, se había hecho urgente además
responder a una pregunta fundamental: ¿a quienes correspondían exactamente los
cuerpos encontrados?. La mayoría de los restos debía provenir -fue la explicación
que se suministró entonces- a víctimas de las luchas internas entre el Cartel de
Juárez, estimado el más poderoso de Mexico, y bandas rivales, lucha que se
consideraba recrudecida después de la publicitada muerte del jefe del Cartel, Amado
Carrillo Fuentes, dos años atrás.
Tal explicación, sin embargo, no sería compartida, aún desde el principio del
anuncio, por los familiares de las personas denunciadas como desaparecidas y que
actualmente forman una Asociación. Esta Asociación, fundada por Jaime Hervella,
residente en la ciudad norteamericana de El Paso, es conocida con el nombre
completo de Asociación de Familiares de Personas Desaparecidas. Hasta la fecha,
ha denunciado la cantidad exacta de 196 desaparecidos. Sólo en los últimos 4 años,
han sido denunciadas 150 desapariciones, nada más que en Ciudad Juárez.
Además, en los 196 nombres compilados por la Asociación, aparece todo el espectro
posible de géneros de vida, antecedentes y formación profesional de las víctimas
que se pueda encontrar. Dentro de los desaparecidos van a figurar, entonces, por
ejemplo, desde agentes de la ley mexicanos , informantes de la policía, traficantes
de droga, vendedores de droga a bajo nivel, propietarios de restaurants, mecánicos
de automóviles, etc etc. Y, en vez de compartir la explicación oficial, la Asociación
sostiene y acusa a los organismos oficiales, tanto la policía como los mismos
departamentos encargados de combatir la droga, como autores de los
desaparecimientos. Existen testigos, señala la Asociación, que certifican que las
víctimas, cuyo paradero actual se desconoce, han sido arrastradas hasta vehículos
oficiales e introducidas en ellos, después de lo cual se ha perdido todo rastro de
ellas.
De manera que, el mismo día jueves 2 de diciembre de 1999, habiendo la noticia
perdido ya buena parte de sus ribetes originales, la Fiscal general de los Estados
Unidos, Janet Reno, consideraba necesario pronunciarse sobre la materia. Ahora,
Janet Reno estimaba que era “demasiado temprano para saber precisamente lo que
iba a ser encontrado y adonde iba a conducir la investigación”. Funcionarios
policiales de ambos países, estaban trabajando en conjunto, -decía Reno-, y ello
daba motivo para tener optimismo, pues, según ella, el mismo Presidente de Mexico,
Ernesto Zedillo, había declarado al tema de la droga como “uno de los más
importantes problemas de seguridad que enfrenta su país”, por lo cual, la Fiscal
norteamericana, declaraba sentirse “realmente impresionada con su dedicación para
hacer algo en contra de este asunto”.
Seis semanas después, lo espectacular del asunto inicial, había dado lugar en
realidad a una cruel decepción. Después de todo ese tiempo de trabajo, lo que se
había encontrado al final, no era más que un total de 9 cuerpos, -contra los 200
originalmente anunciados-, dos perros, y los restos de un laboratorio de
procesamiento de coca. Ninguno de los restos humanos había sido identificados
hasta ese momento. Y el FBI debía reconocer que la noticia había sido resultado
solamente de lo comunicado por un solo informante suyo. Funcionarios policiales,
tanto norteamericanos como mexicanos, criticaban ahora por eso al FBI, por haber
“inyectado artificialmente” evidencia en el caso, con el resultado de haber
exacerbado la fricción política entre ambos países, frustrado a la población local y
especialmente dañado a los familiares y residentes en la región, que creían llegado
el momento de aclarar lo que había sido una verdadera era caracterizada por la
violencia. Por todo lo anterior, ya al FBI no iba a formar más parte de las
operaciones de excavación, para tratar de encontrar nuevos cuerpos.
La crítica general se dirigía ahora, hacia otros terrenos. Para diversos analistas y
especialistas en la lucha contra la droga, el mismo concepto de que a través de esas
actividades ilícitas se produjera o se tuviera necesidad de preparar fosas comunes
secretas, era cuestionable, y con toda probabilidad, era un hecho falso. La
actividad ilegal de tráfico y comercio de droga, -decían esas voces- había generado,
es verdad, cientos de asesinatos entre las personas ligadas al negocio ilegal y
muchos actos de violencia diversos. Pero -agregaban los analistas- “los traficantes
de droga generalmente prefieren que sus víctimas sean encontradas para que
sirvan de advertencia a los enemigos, traidores e informantes de la policía”. En otras
palabras: las organizaciones criminales que se dedican a comerciar y traficar droga
en México no se han caracterizado nunca, hasta la fecha, por practicar
desapariciones, o lo que es lo mismo, ejecutar a personas y enterrarlas
secretamente. Precisamente, por cuestionar el mismo concepto de “entierros
secretos”, la principal agencia de lucha contra la droga norteamericana, se había
negado desde el principio -contrariamente a lo que había sido informado- a participar
en ningún tipo de búsqueda.
Todo lo que los anuncios del FBI habían producido, era sólo causar un dolor
adicional a las víctimas. Muchas de ellas habían viajado a las proximidades de los
sitios donde se practicaban las excavaciones, para ver si así podían ser los primeros
en conocer alguna noticia importante de sus seres queridos. Y, de los nueve cuerpos
encontrados, tampoco se había realizado ninguna identificación, aunque en algunos
casos -como señalaban diversas fuentes- se habían encontrado hasta licencias
de conducir entre los restos. El gobierno mexicano anunciaría por eso, una
participación ahora decreciente en las actividades de búsqueda, junto al retiro de
ella de todo efectivo del Ejército de ese país. La frustración se volvía, además, furor
e indignación en la prensa y televisión mexicana, que calificaban todo el asunto
como un pretexto del FBI para intervenir inapropiadamente y de una manera
inaceptable en los asuntos de México. Lo que diera lugar a tantas esperanzas,
amenazaba ahora en transformarse en una pugna diplomática entre ambos países.
Pero, si los casos de desaparecimientos de personas por presunta participación en
actividades ilícitas ligadas a la droga, no fueron ni han sido finalmente aclarados,
tampoco lo ha sido otro apecto del mismo problema, que tiene, ciertamente, un
origen y motivación distinta, pero que también persiste sin ser aclarado y que sigue
torturando y haciéndose presente en la vida diaria de los habitantes de la región: se
trata ahora del misterio de la constante desaparición, específicamente, y
únicamente, de mujeres, hecho que tiene otra vez a la misma Ciudad Juárez como
principal escenario.
A principios de junio del presente año, con el descubrimiento del cuerpo de Irma
Angélica Rosales, de sólo 13 años de edad, violada y asesinada, se van a completar
seis asesinatos del mismo estilo ocurridos desde comienzos de 1999. Y, en su
conjunto, ésta viene a ser la 209 ava víctima femenina de la que se tiene noticia en
los últimos seis años.
El asunto ya no sólo tiene ahora implicancia criminal y política, sino, incluso más, se
ha transformado en algo de importancia económica. La mayoría de las víctimas
pertenece a lo que la región se ha dado en llamar en como trabajo de la Maquila,
es decir, empresas que forman parte del circuito de la globalización o que exportan
hacia los EEUU. Quienes trabajan en este lucrativo sector reciben, por eso, el
nombre de “maquiladoras”. Para resolver el asunto, se ha nominado a una jueza
especial, de nombre Suly Ponce, la que, sin embargo, ha recibido tantas críticas por
la nulidad de su gestión, que en un momento ha debido declarar: “a veces me siento
como si estuviera yo acusada por esos asesinatos”.
Y, también para hacer frente a esa otra emergencia dramática de la frontera, ha
surgido una nueva Asociación de personas o familiares de las víctimas,
organización que dirige en estos momentos Guadalupe Ramírez, aunque la persona
más ampliamente conocida por su dedicación a este tema, es Ester Chávez, una
contadora, actualmente de 67 años de edad, que trabajara casi toda su vida en la
firma norteamericana Kraft Foods. Para Ester Chávez, en todos los crímenes de
mujeres, se hace patente un mismo modo de actuar, y en cambio, cuando
aparece el cuerpo de una nueva víctima, es como si la policía tratara más bien de
encontrar a alguien para echarle la culpa. Hasta ahora, han ocurrido tres tipos de
detenciones importantes y existen diversos acusados y personas sometidas a
proceso. Pero, a pesar de ello, las desapariciones de mujeres han proseguido. A
juicio de Ester Chávez, los intereses económicos de la Maquila, están en juego
pues, -y aunque se ha reportado que aquella industria produce en total una cifra
cercana al billón de dólares anuales-, las “maquiladoras” apenas logran obtener un
salario de sobrevivencia que alcanza a los 4.5 dólares diarios. El alcalde de Ciudad
Juárez se queja también de que, en una ciudad acosada por la inmigración desde
zonas rurales más pobres, la Municipalidad apenas recibe un millón de dólares al
año para las obras sociales que son tan requeridas.
Parece ser así el México fronterizo actual, un escenario en miniatura de los mismos
problemas que aquejan al resto de los países, pero vividos a una escala especial:
globalización despiadada, psicosis criminal, droga, corrupción oficial, e intereses
nacionales encubiertos, que danzan aquí a ritmo frenético y tienen aparentemente
en la región fronteriza un caldo de cultivo ideal.-
RAL
Heidelberg (Alemania)
8 julio 2000.