CRISIS EN ALEMANIA
Por Rolando Arturo Leiva
25 de Noviembre de 1992
En una buena cantidad de aspectos, la expresión “crisis” podría resultar aplicable a
los problemas que actualmente enfrenta Alemania. Sorprendentemente, lo anterior
viene a ocurrir apenas dos años después de que el país lograra su unidad tras
cuarenta y más años de división entre una parte oriental y otra occidental. Pero
bien posible es que los problemas actuales tengan su base precisamente en la
misma forma como fue realizado el proceso de reunificación.
En efecto,analizado hoy día los sucedido dos años atrás, salta a la vista que
desgraciadamente al momento de realizarse la reunificación no existía en Alemania
el grado suficiente de consenso político como para abordar un problema nacional de
la envergadura de éste. Si se recuerda por ejemplo que Los Verdes -un partido
político de importancia en el espectro político alemán de ese entonces- se
manifestaba contrario a la idea misma de la reunificación; que el SPD, Partido
Socialdemócrata Alemán cuestionaba su forma, aunque no proponía un camino
distinto, y que la coalición gobernante formada por el CDU, CSU y el FDP se veía
obligada en consecuencia a seguir un camino en que se representaba sólo a sí
misma, pero no al resto de los alemanes-, se concluirá que aquel hecho fue
verdadero y efectivo.
Dos Estados alemanes de su parte Occidental, Niedersachsen y Nord Rhein-
Westfalen habían votado además claramente en contra de la coalición gobernante
poco antes de verificarse la reunificación, lo que debía ser interpretado como una
inequívoca señal contraria a la forma en que se estaba conduciendo aquella, y pese
a ello la señal no fue advertida.
Llegada entonces la hora de asumir las responsabilidades traídas consigo por la
unidad alemana, la responsabilidad no aparece, por lo mismo, compartida. Otra
circunstancia se agrega a lo anterior: la elección realizada en la antigua RDA donde
la población debió decidir su futuro y el de la unidad a seis meses apenas de la
caída del muro de Berlín. Como el resultado favoreció a las fuerzas políticas que en
ese entonces conducían el proceso, generalmente se estima que la mayoría de la
población aprobó, por esto, el camino actual. Sin embargo, mirada a la distancia,
esta elección en un país sin tradición de elecciones por más de 40 años; sin
demasiada profundidad en el debate político previo; sin partidos políticos formados
que tuvieran una antigüedad superior a 6 meses, y por tanto sin la información
necesaria acerca de las alternativas a elegir-, no resultó el medio más adecuado
para conocer la voluntad popular. Más evidente parece hoy día que la población de
la RDA declaró sus simpatías por ésta u otra forma de unidad, en la esperanza sólo
de alcanzar lo antes posible el mismo standard material equivalente al de sus
compatriotas occidentales, una creencia, sin embargo, que no debería haber sido
seriamente alentada entonces. La amarga verdad de ahora es que, por lo menos en
el lapso de una generación, es decir en 25 años más, la parte oriental de Alemania
no llegará a ponerse al nivel de su símil occidental.
En estas condiciones, reunificación, en Alemania, ha pasado a ser sinónimo de
frustración. Frustración para la parte oriental, cuyas expectativas no llegaron a
cumplirse ni lo harán en el futuro próximo. Frustración para la parte occidental, que
debe soportar los costos de aquella con los sacrificios implícitos-, sin haber sido
verdaderamente advertida de la magnitud que tendría.
En los dos sectores de la antigua Alemania, prevalecen entonces dos tipos de
sentimientos encontrados y opuestos. Unos, los de la parte occidental materialmente
ricos, no representan para la parte opuesta precisamente un modelo de
desprendimiento y solidaridad. Otros, los ciudadanos de la parte oriental, no son
vistos simplemente como al mismo nivel. Unido a todo ello está que el crecimiento
económico de Alemania en su totalidad se ha vuelto equivalente a cero, y la temida
palabra Recesión debe ser admitida ya en público. Por tanto, ambas partes de
Alemania se enfrentan todavía a la posibilidad de un empeoramiento relativo de la
situación en el futuro inmediato.
La tentación nacionalista o el ejercicio del nacionalismo agresivo, ha venido a
constituir como la gota que ha rebalsado el vaso. Ya sea la inseguridad o el
sentimiento de exaltación de lo nacional que al parecer tuvo cabida solapada en el
proceso de unidad, ha producido la aparición de grupos extremos que basados en
consignas pro-nazis pasan ya directamente a la acción, atacando lugares donde
residen extranjeros con el status de asilados políticos, con bombas incendiarias,
medio de poner en práctica, según ellos, la idea de que los alemanes están primero.
Acciones semejantes suman ya un número superior a mil, llegando los casos fatales
a más de veinte e innumerables heridos. Es fácil de apreciar sí, que tal conducta
tiene como objetivo verdadero más desafiar al Estado en su capacidad de imponer el
estado de derecho en el país, que otra cosa. Al elegirse un grupo débil como
objetivo intermedio -aprovechando lo impopular de la causa de la residencia de
extranjeros en el país- se echan a andar medios de fuerza que pueden crear
después supremacía, mediante el amedrentamiento sobre todos los sectores que se
les oponen.
Por primera vez la conciencia alemana se enfrenta en esta forma a la posibilidad de
que en su propia manera de resolver los asuntos, -y sin presiones ni amenazas- ha
habido un error de apreciación que requiere quizás de rápida y profunda enmienda.-
Arturo Leiva O.
Desde Europa
25 de Noviembre de 1992