Dolarización en América Latina

Ecuador después del Golpe de Estado

 

ENTRE LAS PRESIONES POPULARES Y LAS

EXIGENCIAS INTERNACIONALES, ECUADOR

VISLUMBRA TODAVÍA ALGUNA ESPERANZA

 

Por Rolando Arturo Leiva

8 noviembre 2000

 

Heidelberg (Alemania). El sábado 9 de septiembre del presente, sería el día en que

desaparecería para siempre la moneda oficial de un Estado: el “Sucre” de la

República del Ecuador. “Canjee sus Sucres por dólares en las entidades bancarias

hasta el 9 de septiembre”, señalaban los anuncios oficiales. “Después sólo se

podrán efectuar transacciones en dólares”.

 

El plan de “dolarización”, como ha sido denominado, y que fuera el que condujera

al derrocamiento violento el 21 de enero pasado del anterior Presidente

constitucional Jamil Mahuad, se seguiría así impulsando finalmente, y en este caso;

tomando como base una ley que hiciera aprobar el 13 de marzo el actual Presidente,

Gustavo Noboa, quién fuera, a su vez, el Vicepresidente del gobierno anterior.

Entre el 13 de marzo y el 9 de septiembre, fecha final de la desaparición del Sucre,

se había seguido una etapa de transición, en la cual continuábanse aceptando

tanto sucres como dólares, sin embargo ya, en los últimos días, todos los pagos

habían comenzado a efectuarse principalmente en dólares.

 

La dolarización, que cuenta con el aval del departamento del Tesoro de los Estados

Unidos, ha sido criticada por diversos sectores, especialmente por la oposición de

izquierda, las organizaciones sindicales y las organizaciones de indígenas que han

estimado la medida como un atentado a la soberanía nacional del país.

 

En efecto, a fines de enero del presente año, el proyecto de dolarización del

Presidente anterior Mahuad, -y cuando la situación económica general llegaba a

límites intolerables-, sería resistido, entre otros, por las importantes organizaciones

indígenas, agrupadas en la Conaie, o Confederación de Nacionalidades Indígenas

del Ecuador. Esta organización, cuya creación data del 16 de noviembre de 1986,

tiene como objetivo principal, -tal como se señala en su hoja emblemática-, “lograr

la unidad de las diversas organizaciones indígenas que aisladamente luchaban por

sus derechos, así como armonizar y compatibilizar las demandas históricas y la

lucha frente al estado Uni Nacional ecuatoriano, sus gobiernos y autoridades de

turno”.

 

La Conaie, que agrupa en la actualidad a 10 distintas nacionalidades indígenas,

representando un 45% de la población total de Ecuador, calculada, según Naciones

Unidas, en 12,4 millones de habitantes, se encuentra a su vez conformada

internamente por tres distintas federaciones regionales, correspondientes a la

Amazonía, Sierra y Costa, que son los tres sectores naturales en que está dividido

el país. El 20 de enero del presente año, la Conaie haría público un llamado

insurreccional, consistente en poner en práctica movilizaciones para bloquear las

principales carreteras del país, privar a las ciudades de productos y ocupar las

grandes ciudades a través de marchas motorizadas que debían partir desde el

campo. En lo principal, se demandaba la renuncia del Presidente Mahuad,

textualmente, “por traición a los intereses del país, y por haber alentado la

corrupción desde los bancos haciendo caer el sucre de 7000 a 25000 por dolar en

un año”. El llamado tendría una sorprendente acogida, produciendo una singular

alianza entre militares disidentes e indígenas, que por momentos llegarían

prácticamente a apoderarse de la capital, Quito.

 

El sucesor, Gustavo Noboa -el cual llegaría a esa cargo, en gran medida, por la

intercesión de la embajada norteamericana en Quito, cuando hiciera saber a los

militares que la fomación de cualquier gobierno de facto significaría el aislamiento

internacional de Ecuador- ha venido realizando algunos esfuerzos por dar cabida y

dialogar con los sectores más postergados de la sociedad, lo cual parece

traducirse, hasta el presente, en alguna leve mejoría económica, aunque siempre

dentro de una situación con visos dramáticos, en la que destaca, por ejemplo, la

inflación anual superior al 100% y una cesantía cercana al 20%.

 

Al mismo tiempo, se sigue considerando a la llamada dolarización como la única

medida posible para enfrentar quizás la peor crisis económica de la historia del

Ecuador, donde, aparte del índice de inflación anterior, llegaría ésta, en dos

meses, a acumular un porcentaje de un 69,1%, y la deuda externa pública,

alcanzaba a más de 14.074 millones de dólares. Según estimaciones de Naciones

Unidas, además, un porcentaje superior al 70% de los 12,4 millones de ecuatorianos

vive en la pobreza, con aquella tasa de cesantía ya señalada.

 

Sin embargo, a pesar de haberse registrado alguna mejoría en aquellos indicadores

económicos, a mediados del mes de septiembre pasado, la Conferencia Episcopal

Ecuatoriana, el organismo superior de la Iglesia católica de ese país, consideraba

todavía necesario efectuar una dramática declaración sobre la situación social del

país, y donde se denunciaba, “el neoliberalismo, el peso de la deuda externa y el

control tendencioso de ciertos organismos internacionales sobre el país como el FMI

(Fondo Monetario Internacional)”. Según la Iglesia, también era evidente la angustia

y el dolor del pueblo ecuatoriano “empobrecido por el modelo económico vigente

concentrador de las riquezas en manos de pocos en detrimento de grandes

mayorías”. Hablando como portavoz de este organismo el Presidente de la CEE, el

obispo Mario Ruiz agregaría, que “hay entidades internacionales que todos los

ecuatorianos conocemos que dan consejos frecuentemente en beneficio de los

grandes poderes transnacionales”.

 

Tratando de dar alguna respuesta a la nueva situación y con mayor capacidad de

negociación, el Presidente Noboa haría aprobar el 18 de agosto pasado, la llamada

Ley de Promoción de la Inversión y la Participación Ciudadana, que ha sido

conocida hasta ahora bajo el nombre de “Ley Trolebus”, y aludida comúmemente

como la Ley Trole II, a la cual seguiría una subsiguiente, la Ley Trole III. La primera

ley permitía la participación de sectores privados en el sector petrolero a través de

asociaciones y facultaba la venta del 51% de la empresas estatales eléctricas.

Sin embargo, la ley entraría en vigencia sin ser sancionada por el Congreso, que

estaba paralizado en esos momentos por una disputa entre dos facciones, lo que

provocó el reclamo de la oposición y el anuncio de protestas para septiembre, por

los sindicatos petroleros, eléctricos, organizacines indígenas y campesinos.

El 9 de septiembre, en efecto, la Coordinadora de Movimientos Sociales (CMS), la

Conaie y diversos sindicatos, convocarían a un nuevo “levantamiento popular” contra

la Ley Trole II, por fomentar, según ellos, las privatizaciones indiscriminadas,

agregando que mantenían su oposición a la dolarización y reclamando una

congelación por 5 años del precio de los combustibles. La convocación incluía

asimismo la formación de un llamado “Campamento de Defensa de la Soberanía

Nacional”, en un paraje en los exteriores de Quito.

 

A lo anterior, el Presidente Noboa respondería señalando que reprimiría con

severidad cualquier intento de alteración de orden, declarando textualmente al

respecto: “no voy a dejar que alteren el rumbo del país, que quiere seguir adelante.

Si tengo que aplicar el rigor de la ley lo voy a hacer”. Sin embargo, el Presidente

agregaría también, que estaba dispuesto a negociar las modificaciones a la ley que

sugiriera el Congreso, de mayoría opositora, a través de un nuevo paquete de

reformas.

 

El “levantamiento popular” no tendría sin embargo esta vez el efecto del precedente,

y al mismo tiempo, y como resultado de esas conversaciones, vería ahora la luz una

nueva versión de la ley, llamada entonces la Trole III, y que fuera finalmente

aprobada por el Congreso y enviada al Ejecutivo el pasado 12 de octubre. La nueva

ley, señalaría el diputado opositor Henry Llanes, podría ser calificada como un

vuelco al proceso de privatizaciones, ante el hecho que, a través del texto de la ley

anterior, “la derecha del país intentaba vender las principales instituciones del

Estado en un proceso poco claro y con la falsa idea de que se trataba de una

modernización”.

 

Las principales diferencias entre uno y otro proyecto de ley, tienen que ver con la

reforma de los sectores petroleros, la modernización del Estado y la situación

laboral.En el sector pretrolero, la ley original intentaba restringir la participación del

Estado en la producción de los campos petroleros, habiendo incorporado la nueva

ley, en cambio, una serie de condicionamientos a tal acción, y que ya existían en

una ley anterior. Finalmente, el Congreso eliminaría una controvertida cláusula que

permitía que el Banco del Estado prestara dinero a las empresas privadas para

comprar instituciones públicas. Hay que señalar, no obstante, que el Ejecutivo,

todavía se muestra muy distante de aprobar el conjunto de observaciones

incoporadas al texto de la Trole III, argumentando principalmente. que estas

“distorsionan el objetivo de atraer la inversión extranjera”.

 

Algunos indicadores económicos donde finalmente se aprecia cierto progreso en

Ecuador, son por ejemplo, el Indice de Crecimiento, que estuvo proyectado en un

0,5% y alcanzará, según estimaciones del Banco Central, un 1,3%. El Producto

Interno Bruto Petrolero, crecerá también al 3,7% , y el no petrolero pasará del

–4,9% en que se encontraba el año 99, a un 0,9%. La inflación, sin embargo, se

mantiene al promedio ya señalado del 95% - 100% anual, y las exportaciones, no

de petróleo, de empresas nacionales han disminuído. Por último, Ecuador aguarda

en los próximos días una nueva ronda de negociaciones con el Club de Paris, para

renegociar su alta deuda externa actual.-

 

RAL

Heidelberg, (Alemania)

8 noviembre 2000

 

(UNA VERSIÓN DE ESTE ARTÍCULO FUE PUBLICADO TRADUCIDO AL POLACO

EN UNA REVISTA DE VARSOVIA)