EEUU : COMIENZA DISCUSION SOBRE
GUERRA QUE VIENE
Por Rolando Arturo Leiva
14 septiembre del 2001
Heidelberg (Alemania) - La escala y el salvajismo de los ataques de que
fueran objeto los EEUU el martes pasando, -cobrando miles de víctimas- han llevado
a muchos a afirmar que a partir de estos momentos empieza a vivirse una nueva
era en el mundo. Tan importante como lo anterior resulta a la vez aclarar qué ha
conducido a la realización de semejantes ataques, unido a la forma feroz en que
fueron llevados a cabo, para aclarar también a continuación qué posibilidades
reales existen que una situación semejante no vuelva a ocurrir.
Sin embargo, merece decirse que, desde el momento que algo como lo anterior ya
ha tenido efectivamente lugar, dejando de ser una especulación sobre algo que
“podría pasar”, las perspectivas a futuro parecen en general bastante sombrías.
Un paso muy significativo para entender la escala de lo sucedido en particular, se
daría ya el mismo día de ataque cuando un analista de inteligencia inglés,
consultado por el NEW YORK TIMES, a una pregunta, respondiera: “este no es un
acto de terrorismo; este es un acto de guerra”. La misma opinión sería sustentada
después por el mismo Presidente Bush en mensajes sucesivos emitidos en relación
a tal hecho.
Es importante entender sin embargo que el problema que deja pendiente tal
afirmación es que hasta ahora resultaba consustancial a la idea de primera potencia
y de liderazgo mundial, representado por los Estados Unidos de Norteamérica, el
hecho de que este país, en realidad, no se encontraba en conflicto serio con nadie
en el mundo. Al contrario, como señalara un editorialista del WASHINGTON POST
el jueves pasado, “para la mayoría del resto del mundo nuestra participación e
influencia no puede ser reemplazada”.
El hecho de que ahora se demuestre que los Estados Unidos pueden poseer
enemigos al nivel de lo que ha quedado en evidencia después de los ataques del
martes, pone entonces también en cuestión la idea misma del liderazgo
norteamericano como algo fundamentalmente beneficioso para el conjunto, sin
excepción, de las naciones del mundo. También sugiere, por oposición, que, si
ese país ha sido objeto de tales actos de guerra, existe entonces al menos un cierto
número de pueblos extranjeros y aún de gobiernos, que deben considerar
igualmente que los EEUU se encuentran a la vez en guerra con ellos.
Respecto a los sentimientos creados en aquellos pueblos, tal como dijera el NEW
YORK TIMES en su significativo editorial del jueves 13 de septiembre, “es también
muy importante de considerar la intensidad del odio que hizo llevar esto a cabo. Es
un odio que excede las convenciones de la guerra, que no conoce límites, que no
respeta ningún acuerdo”.
Y tan peturbador como la idea de que se ha producido un acto de guerra contra los
EEUU, resulta el hecho de que tampoco pueda identificarse con claridad hasta estos
momentos a ningún país enemigo. Como lo dijera igualmente el editorial del NEW
YORK TIMES con inmejorables palabras: “Hemos sufrido un acto de guerra sin
ninguna nación enemiga contra la cual combatir”.
Parece desprenderse así, que el conflicto entre Estados Unidos y otras naciones
está disimulado en realidad, pero igual esta teniendo lugar y eso el que explica la
ejecución de actos de guerra como los presenciados recién, conflicto que desde
luego no parece tener tampoco una vía fácil de resolución .
Todos estos aspectos han pasado al primer plano a raíz de la discusión que está
teniendo lugar en estos momentos entre especialistas de inteligencia y
contraterrorismo acerca de las medidas de guerra con que los EEUU deben
responder a ataques tales como los ocurridos el martes pasado.
Para el importante especialista en temas estratégicos del INTERNATIONAL
HERALD TRIBUNE -diario norteamericano que se edita en Europa-, Joseph Fitchett,
“la represalia efectiva por los ataques terroristas va a tomar años y requerirá a los
EEUU usar fuerzas aplastantes, incluyendo quizás adoptar medidas como el
asesinato político”, lo cual se encuentra hasta el momento prohibido como acción de
guerra por diversas disposiciones norteamericanas.
Otros analistas estratégicos consultados, han opinado a la vez que la administración
de Bush, “podría muy bien necesitar comprometer fuerzas norteamericanas en
ataques de tierra y capturar o matar líderes terroristas y derribar regímenes que los
ayudan a proteger ”.
Por su parte, para un especialista de defensa francés, “Washington debe estar
preparado para enviar fuerzas aereotransportadas para capturar y controlar
temporalmente la capital de un régimen hostil o el centro de poder de alguna
organización y debe ser capaz de hacerse cargo del inevitable porcentaje de bajas
norteamericanas que se producirá”.
Según Fitchett del INTERNATIONAL HERALD TRIBUNE las tres opciones más
claras que se abren a los Estados Unidos en estos momentos son las siguientes:
1. Reautorización del asesinato político como opción válida de la política exterior
norteamericana, por ejemplo haciendo deliberadamente víctima de ataques con
misiles a personalidades políticas adversarias.
2. Apoyo público a fuerzas internas que se oponen a algún régimen contrario a los
EEUU.
3. Expediciones de castigo de fuerzas norteamericanas, incluyendo quizás fuerzas
aereotransportadas o desembarcos de Marines para capturar capitales o territorios
en cantidad suficiente como para derribar algún régimen contrario.
Resta ver sin embargo, si esas operaciones podrían conseguir el objetivo de acabar
verdaderamente con el conflicto -único elemento capaz de aportar auténtica
seguridad- o dejaría abierta la posibilidad de que se produjeran nuevos episodios
cada vez más brutales de contrarepresalias ahora.
Conocida ya además la escala y el contenido de este tipo de ataques, cobran por
eso mucha validez también las palabras de otro editorialista muy importante
norteamericano como es William Pfaff, cuando afirma: “una reacción posible a los
últimos ataques puede ser la de querer aumentar las defensas. Pero si el
Pentágono, la CIA, la Agencia Nacional de Seguridad y todo el aparato
norteamericano de seguridad se demostraron incapaces de prevenir los ataques del
martes 11 de septiembre, ellos son incapaces de prevenir su repetición en alguna
otra versión. No hay defensas tecnológicas contra este tipo de ataques”.
Por eso puede decirse que la clave de la seguridad y el liderazgo de los EEUU
reposaba en que algo con la ferocidad, el horror y el odio antinorteamericano como
fue lo ocurrido el martes pasado, no llegara nunca a ocurrir. Pero ya una vez
ocurrido, todos los análisis indican que la primera potencia ha sido seriamente
tocada en su proyección estratégica general y apresada entre la disyuntiva de tener
que responder al ataque, por un lado, y la necesidad de que el conflicto no siga
agravándose y evolucionando hacia fases peores de la, así llamada “guerra
asimétrica”, por otro. En ésta, como se sabe, pobres recursos tecnológicos pueden
causar daños prácticamente irrecuperables.
No deja de haber por eso un elemento de sensatez cuando el editorialista
norteamericano William Pfaff arguye que “la única verdadera defensa contra
ataques extranjeros es, en serio, el esfuerzo continuado por encontrar soluciones
políticas para conflictos nacionales e ideológicos en que están envueltos los Estados
Unidos”. Hay que destacar, la gran contradicción que existe entre una opinión
semejante y el editorial del jueves de ex Secretario de Estado en el WASHINGTON
POST, Henry Kissinger, cuando en un planteamiento típicamente contrario sostiene:
“el gobierno debe encargarse de llevar a cabo una respuesta sistemática que uno
espera que termine de la manera como el ataque a Pearl Harbor terminó: con la
destrucción del sistema que es responsable de esto”.
Pero los Estados Unidos, si buscan un camino entre la guerra y la paz, se
encuentran al mismo tiempo en el problema de estar ya en la guerra. Y este hecho
nadie lo hubiera sospechado antes del martes pasado.-
RAL
Heidelberg, Alemania
4 septiembre del 2001
(Una versión de este artículo fue publicada en el periódico digital "Primera Línea", de
Santiago de Chile, bajo el título de "Editoriales sobre la Encrucijada Norteamericana",
"por Rolando Arturo Leiva desde Heidelberg", 16 de septiembre 2001)