EL ISLAM SE TRANSFORMA AHORA EN

FILOSOFIA DE LA REVOLUCION SOCIAL

 

Por Rolando Arturo Leiva

21 septiembre 2001

 

Heidelberg (Alemania) - Los ataques sin precedentes contra los EEUU han

progresivamente hecho surgir opiniones distintas para explicar el porqué de tales

acciones. Sucesivos comentaristas argumentan sobre el nuevo papel que estaría

jugando el Islam, menos como una concepción religiosa que como una ideología

inspiradora de una revolución social. Es muy significativo en este sentido que bin

Laden se refiera a los EEUU ya no como “el gran Satán”-que es como fuera aludido

durante la revolución de los Mullah en Irán- sino como al “imperialismo

norteamericano”.

 

Lo que el mundo viera con tanto horror ocurrir el martes antepasado, parece ser

entonces consecuencia de un proceso estrictamente político. También bautizarlo

genéricamente como “terrorismo” resulta un error pues oscurece sus causas. Está

en juego -dicen muchos ahora- una revolución política al interior de los pueblos

islámicos. Así como el marxismo fuera en su momento inspirador de una ideología

revolucionaria en Occidente, ese papel lo estaría cumpliendo ahora el Islam en

relación a esos pueblos.

 

Muchos pensaron, cuando llegó a su fin el llamado “mundo socialista”, que eso era

también el fin de la lucha revolucionaria en el mundo. Pero tal cosa parece no ser

cierta dentro del mundo islámico.

 

Para nosotros, occidentales, todo ello es muy difícil de comprender pues, política y

religión pertenecen a dos esferas distintas. Además, después de la experiencia de

Irán, se consideraba un lugar común que el rechazo a los Estados Unidos radicaba

en un “fundamentalismo” islámico, de tipo ético-religioso, que rechazaba a tal país

por tener un modo de vida estimado pagano. Sin embargo, todo eso ya ha quedado

atrás en el tiempo. Ahora estamos ante otro fenómeno, y que es exclusivamente

político.

 

Pero todavía algo más. La accion “terrorista” presenciada entre dos enemigos

principales -los fundamentalistas islámicos, por una parte, versus los paganos

occidentales, por otra- estaría mal definida. Lo que está ocurriendo en verdad, sería

un conflicto solamente al interior del mundo árabe islámico. En él los EUU son

combatidos, pero nada más que por respaldar a una de las dos partes que están en

dicho conflicto: los gobiernos de los países islámicos.

 

A estas conclusiones espectaculares están llegando muy calificados analistas y

comentaristas actuales, especialmente comentaristas norteamericanos, y de ahí el

interés especial en citarlos.

 

Las incorrectas explicaciones que se han brindado del movimiento de bin Laden

oscurecen la verdadera naturaleza de su movimiento, dice por ejemplo, la notable

analista Ellen Amster el martes pasado en la páginas del WASHINGTON POST.

El hecho es que bin Laden es un jefe político y su Islam es la ideología de un

movimiento revolucionario, internacional y social, piensa esa comentarista.

Es un movimiento ideológico porque simplemente usa el Islam como una fuerza

para dar cohesión a grupos sociales diversos que en estos momentos se encuentran

divididos por clases, nacionalidades y Estados.

 

Es revolucionario porque propugna el derrocamiento violento de diversos y aún de

todos los gobiernos de los países árabes.

 

Y es internacional porque está llamando a los musulmanes del mundo entero a

formar un nuevo Estado, un solo Estado transnacional.

 

El Islam no manda a atacar a los EEUU, dice la comentarista. El ataque del 11 de

septiembre es sólo un mensaje político destinado a las poblaciones islámicas del

mundo. En sí no tiene importancia.

 

Y se apoya en el Islam solamente porque éste brinda un medio válido para criticar a

determinados gobernantes árabes que se apartan de la conducta considerada

éticamente correcta. Un mandamiento islámico establece, por ejemplo, que el líder

que no protege a su comunidad está actuando mal y debe ser denunciado. Ello,

como origina una medida para criticar a un determinado gobierno, justifica,

entonces, que se haga referencia al Islam. Se debe tener en cuenta, además,

que, no por coincidencia, la mayoría de los gobiernos islámicos actuales se

encuentran ya sea en la situación de autocracias corruptas (Egipto, Siria, Jordania),

dictaduras militares (Turquía, Libia, Argelia, Iraq), monarquías (Arabia Saudita,

Emiratos Arabes, Marrueco) o teocracias (Iran).

 

Resulta entonces exacto, cuando otro importante comentarista norteamericano,

William Pfaff, afirma: “bin Laden es el producto de fuerzas revolucionarias y

antinorteamericanas del mundo islámico”. Pero viene a ser un error afirmar a

continuación: “se trata de las mismas fuerzas que produjeron un levantameinto

revolucionario y antinorteamericano en Irán”. No, porque el movimiento

revolucionario de bin Laden, -como algo contrario al orden social existente en los

países árabes-, es también contrario a esa teocracia represiva que han creado los

Mullah en Persia o Iran.

 

Dentro de eso, Occidente, y su representante máximo los EEUU, asumen entonces

el carácter del polo rival por excelencia, es decir, la fuente de donde emanan el

capitalismo, la desigualdad social y la opresión, va a señalar, finalmente la

comentarista norteamericana anterior.

 

Una personalidad tan relevante para estos efectos como Graham E. Fuller, ex

Vicepresidente del Consejo Nacional de Inteligencia de la CIA, ex secretario político

de la Embajada Norteamericana en Kabul y autor del libro “Fundamentalismo

Islámico en Afganistán”, ha escrito también un editorial en los ANGELES TIMES del

jueves pasado el cual apunta y describe exactamente el mismo fenómeno, teniendo

por sugestivo título el de: “El Islam se encuentra con la Política: un dilema para los

Estados Unidos”.

 

En palabras textuales, su conclusión apenas difiere de la comentarista anteriormente

citada: la realidad central es que el Islam está actuando como un vehículo natural

para la política a lo largo del mundo musulmán, dice. “El Islam suministra la

ideología ya sea para la lucha interna contra las autoridades civiles como para las

minorías musulmanas que están sometidas a regímenes no musulmanes”.

Lo que está ocurriendo delante de nuestros ojos es pues una verdadera revolución

social musulmana. Podría ser definida hasta en los términos clasicos en que la

definió, por ejemplo el autor del marxismo, Karl Marx, como “una subversión del

orden social existente”. Ella ocurre al interior del mundo musulmán, propugna el

derrocamiento de los Estados inspirados en la religión islámica y actúa contra quién

respalda el poder de esos Estados, en tanto símbolo que da sentido a esa lucha,

ya que, atacándolo, va a hacer de factor de unión de todos los musulmanes,

permitiendo adquirir resonancia a nivel del mundo islámico entero: los Estados

Unidos de Norteamérica.

 

Lo novedoso resulta también el carácter supranacional del movimiento. En palabras

de Amster “el objetivo final de bin Laden es el derrocamiento de los gobiernos en

los países islámicos y la formación de un Estado Musulmano bajo su dirección”.

Se trata en resumidas cuentas y dicho en palabras todavía más simples: de una

“revolución política musulmana” .

 

La tarea que toca acometer ahora a los EEUU, víctima “indirecta” de lo anterior, es

colosal. El problema creado, parece que no hubiera verdaderamente cómo atacarlo.

El mismo ex Vicepresidente del Consejo de la CIA lo dice aún con mayor precisión:

“nada puede ser mas atemorizante que el problema geopolítico que se aparece al

pensar en qué respuesta dar al problema del terrorismo en Afganistán”.-

 

RAL

Heidelberg, Alemania

21 septiembre 2001

 

(Una versión de este artículo fue publicada en el periódico digital "Primera Línea", de

Santiago de Chile, bajo el título de" El Islam: ¿La Nueva Filosofía de la Revolución

Social ?", "por Rolando Arturo Leiva desde Heidelberg", 23 de septiembre 2001)